martes, 1 de mayo de 2012

El valor de la apologética cristiana

La apologética cristiana se ha perdido en los rincones de las disímiles y confusas experiencias con Dios que dicen tener algunos seudo-cristianos. Éstos, acostumbrados a arrojar sacos a la multitud, a orar por las fotos o ropas de alguna persona, a decirle a Dios cuándo debe sanar, liberar e incrementar el patrimonio económico de las personas, desconocen con profundidad la Palabra de Dios. Han hecho de las experiencias el núcleo de la fe, ignorando las enseñanzas verdaderas del Evangelio.

No se trata de que Dios esté a merced de nuestras necesidades; más bien, de vivir conforme a su voluntad. No tenemos un Dios que se conmueve con nuestros ritos y ceremoniales, como si necesitase algo de nosotros, puesto que lo posee todo en sí mismo. Mucho menos, podemos manipular a Dios a favor nuestro, como si se tratase del dios de los magos y hechiceros.

El mito de predicar acerca de un Dios que debe satisfacer todas nuestras necesidades, ha llevado a algunos chantas a exacerbar la búsqueda de experiencias con Dios como si fueran un fin en sí mismo. Ya no se trata de defender el Evangelio, sino que las personas cuenten sus experiencias, las cuales, en muchos casos, no son más que infundadas y confusas.

El circo de la predicación está preparado: tenemos los predicadores de fantasías, supinos indoctos y engañadores que buscan incautar fama y dinero para sus arcas; también, los muchos espectadores, con carátulas de cristianos, que han comprado el siguiente discurso: todo se puede, no hay nada imposible, aquello que Dios no hace es por nuestra negligencia o falta de fe; por último, aquellos que están fuera de las funciones, los no cristianos, que se ríen de la predicación de un Evangelio devaluado, sin apología, sin razones de fe, sin un conocimiento profundo del mundo posmoderno que nos toca atravesar como parte, no como espectadores.

En este circo, en donde de lo que se trata es de estimular las emociones, no la razón, movilizar por medio de los afectos, no de los argumentos, hablar de apología resulta contradictorio. Sin embargo, una de las formas de combatir el espíritu posmoderno de la superficialidad, sincretismo e indiferencia, es desarrollando estrategias discursivas y argumentativas para presentar el verdadero Evangelio con mayores herramientas. Si los cristianos no nos preparamos, seguiremos asistiendo pasivamente al circo de la predicación posmoderna, que resalta valores radicalmente opuestos al mensaje de autonegación y renunciamiento expresado en las Escrituras.

Claudio G. Barone
Prof. de Filosofía en enseñanza Media y Superior
Director del "café filosófico"
Miembro de IECA.

No hay comentarios: